PSICOPEDAGOGIA

El objetivo de la psicopedagogía es potenciar al máximo la capacidad de aprendizaje de niños, adolescentes y adultos, tomando en cuenta sus particularidades, talentos y necesidades educativas especiales.

martes, 26 de enero de 2010

DEFICIT DE ATENCION

DEFICIT ATENCIONAL





Uno de los trastornos a los que más frecuentemente debe hacer frente el profesor de Educación Especial, tanto en la escuela primaria como secundaria, dada su alta tasa de incidencia en la población de estas edades, es lo que en la actualidad se denomina "Trastorno por déficit atencional con hiperactividad" (en adelante TDA-H) o "Trastorno Hipercinético". Pese a ser un problema conocido y descrito con precisión y minuciosidad desde hace mucho tiempo, tanto su denominación como su definición exacta han estado sometidas a múltiples debates y discusiones a lo largo de décadas, siendo apenas un reflejo de las últimas controversias al respecto esta doble denominación que mantienen, respectivamente, el Manual Diagnóstico y Estadístico de los Trastornos Mentales DSM-IV de la Asociación Americana de Psiquiatría y la Clasificación Internacional de las Enfermedades CIE-10, de la Organización Mundial de la Salud.
Y es que a pesar de que su sintomatología básica y central ya fue descrita como un síndrome por Still en 1902 y por Strauss en los años cuarenta, lo que se ha conocido como "disfunción cerebral mínima", "hiperactividad", "hipekinesia", etc. sigue siendo un misterio en cuanto a sus causas exactas (aunque se ha avanzado bastante en este sentido, como veremos) y, a la vez, presenta variaciones interindividuales con matices de gran importancia tanto la sintomatología durante la infancia y la adolescencia, como en el pronóstico a largo plazo e, incluso, en la respuesta de los sujetos a las estrategias de tratamiento educativo, psicológico y médico-farmacológico, lo que ha facilitado que se propongan modelos explicativos diferentes en función de qué aspectos se hayan considerado de especial relevancia en cada caso.
Dicho esto, en las páginas que siguen trataremos de ofrecer una panorámica introductoria al tema en la que, sin obviar los aspectos más polémicos y controvertidos sobre el TDA-H, simplificaremos bastante la cuestión en aras de una mayor y mejor comprensión de la naturaleza del trastorno y de las estrategias de tratamiento que, hasta donde sabemos, parecen más apropiadas.



Pese a las diferentes denominaciones se pone pronto de manifiesto que se está hablando de un trastorno en el que aparece una tríada central de síntomas: déficit de atención, impulsividad e hiperactividad.

Déficit atencional:


Pese a que habitualmente nos referimos a este trastorno haciendo referencia a la llamativa (y molesta) conducta motriz excesiva que caracteriza a los sujetos que lo presentan, lo cierto es que uno de los síntomas centrales del TDA-H es, como esta denominación indica, la existencia de una alteración más o menos severa y persistente de la capacidad del individuo para controlar su atención, aunque debe matizarse que tal alteración no debe confundirse nunca con el simple hecho de "no atender" en situaciones en las que uno no se encuentra especialmente interesado o de ser más o menos "distraído", lo que puede ocurrir cuando tenemos una noción simplista de los complejos procesos atencionales.
En este sentido, debemos tener en cuenta que la atención es, primariamente, un proceso neuropsicológico relacionado con el estado de activación del sistema nervioso central (SNC) y que presenta un aspecto voluntario y otro involuntario (a esto, justamente, se refieren los términos atención fásica y atención tónica, que a menudo se encuentran en la bibliografía especializada). Así, cuando un estímulo novedoso o inesperado aparece en nuestro campo perceptivo, el SNC responde de inmediato con una elevación del nivel de activación bioeléctrica en una típica (y automática) respuesta de orientación hacia él que tiene como finalidad facilitar su procesamiento y, mientras se precisa, mantiene ese nivel de activación, que decrece de forma notable cuando se produce el denominado efecto de habituación, es decir, cuando el estímulo se da por suficientemente procesado y consideramos que ya no es necesario seguir prestándole atención.
Si observamos el desarrollo infantil, vemos que en las edades más tempranasestos procesos son esencialmente involuntarios, de modo que los bebés depocos meses tienden a dejarse cautivar por los nuevos estímulos y cambian suatención hacia otros a los pocos minutos o, incluso, segundos, pero según elniño va madurando y creciendo comienza paulatinamente a controlar suatención, de manera que poco a poco es capaz de "desatender" a los estímulosirrelevantes que se cruzan en su camino (es decir, aprende a inhibir larespuesta de orientación) y, al mismo tiempo, puede mantener su atenciónfocalizada y activa durante períodos cada vez mayores en un mismo estímulorelevante para él. Es más, una observación atenta nos muestra que a partir decierta edad el niño es capaz de "mover" el foco de atención de unos estímulosa otros de forma voluntaria, es decir, comienza a ser capaz de enfocar ydesenfocar selectivamente aspectos concretos de la situación, en función desus objetivos en cada momento, siendo capaz, incluso, de dejarmomentáneamente en segundo plano un determinado estímulo para atender aotro que debe procesar antes de seguir con el primero. '
La atención es, por tanto, un proceso esencialmente dinámico, que implica la capacidad de focalizar los recursos cognitivos de forma selectiva y controlada en función de las necesidades y objetivos de cada momento, así como la capacidad de mantener el foco durante periodos prolongados, dándose la circunstancia de que una y otra capacidad se van logrando de forma paulatina,
a medida que el SNC madura y que el individuo va aprendiendo a autorregular su comportamiento frente a los estímulos externos e internos... De lo que se deduce que es un error grave reducir el concepto de atención a la capacidad que muestra una persona para mantenerse activa frente a una tarea más o menos fatigante o monótona: lo que podríamos llamar atención "concentrada" no es sino una aspecto de la cuestión, que no sirve de nada si no se controla al mismo tiempo lo que podríamos denominar atención "selectiva".
Sentadas estas premisas, lo que debe decirse con respecto al déficit atencional característico del sujeto con TDA-H es que, en lo esencial, es un déficit que afecta a la capacidad para controlar de forma voluntaria y adaptativa (orientada a objetivos) su atención tanto selectiva como concentrada. Como señala el análisis de su actividad bioeléctrica cerebral, parece que el niño con TDA-H reacciona más lentamente a los estímulos y con un menor nivel de activación cortical, estando a la vez mermada su capacidad para mantener un cierto nivel de activación durante períodos mínimamente prolongados y su capacidad para controlar voluntariamente a qué dedicar esos recursos ya de por sí escasos... Lo que se traduce en una serie de síntomas comportamentales característicos:
• Frecuentes errores en las actividades cotidianas debidos a desatención a los detalles.
• Dificultades para mantener la atención concentrada, incluso en actividades lúdicas.
• Cuando se le habla, el niño parece no escuchar, de modo que tras cinco minutos explicándole directamente qué debe hacer y cómo puede preguntar sin más "Maestro... ¿y qué es lo que tengo que hacer?".
• Frecuentes problemas en las actividades que requieren seguir series de instrucciones, incluso si se trata de juegos reglados.
• Pérdidas frecuentes de objetos que necesita para las actividades cotidianas.
• Tendencia a dejarse llevar de forma cambiante por estímulos irrelevantes mientras realiza cualquier actividad.
Evidentemente, estas conductas no son exclusivas del niño con TDA-H, sino muy frecuentes en la infancia y, en especial, en niñas y niños menores de 6 años, por lo que su presencia debe reunir además una serie de requisitos, que se comentarán dentro de un momento, para poder realizar un diagnóstico de esta naturaleza. En especial, debemos estar seguros de que no responden a factores situacionales o contextúales, como ocurre a menudo en el aula cuando el niño se aburre soberanamente en ella.

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